CUENTO
No.2 DE LOS ELEMENTOS QUÍMICOS:
Quimicuento
que relata la formación de un compuesto; específicamente la formación del
Cloruro de sodio o sal de cocina.
“EL SEÑOR DON SODIO Y DOÑA CLORO”
El señor don
Sodio, debido a su carácter, vivía cautivo y vigilado severamente por doña
Kerosene. No debía salir de su encierro, pues en cuanto estaba libre
reaccionaba violentamente con el primero que se encontraba a su paso, se
producían acaloradas discusiones y la mayoría de las veces se escuchaban
pequeñas explosiones y hasta chispitas se veían iluminando el lugar. Era
difícil escapar de doña Kerosene, ella era la única que lo mantenía quieto,
tranquilo y callado.
Don Sodio
pensaba, si logro escaparme, prometo portarme bien y seré amable con todo el
mundo, me encuentro tan solo y aislado en este encierro.
De pronto ve
que la puerta está entre abierta y decide salir en un descuido de la señora
Kerosene. Antes de escapar se miró al espejo y se vio tan deslucido y opaco que
decidió, arreglarse un poquito.
Rápidamente
se afeitó y su piel presentó un hermoso brillo plateado e iridiscente. -¡Qué
bien luzco! - dijo. Se arregló su corbata y partió a dar una vueltecita. No
había dado muchos pasos, cuando observó que venía en sentido contrario una
jovencita de aspecto etéreo, envuelta en una nube de encaje amarillo verdoso y
esparciendo un olor penetrante que hizo carraspear a don Sodio.
Reconoció al
instante quien era.
- ¡Pero si es
doña Cloro! - Exclamó. Que bien se ve.
Y sin que
ella se lo pidiera se arrancó el primer electrón que tenía a mano y se lo
entregó en señal de amistad y admiración. Había prometido no ser violento. Doña
Cloro recibió esta muestre tan espontánea de amistad con gran entusiasmo y
alborozo, pues sentía una gran fascinación por los electrones.
Ninguno de
los dos había visto el bullicio y algarabía que producía este encuentro. Hubo
un aumento de temperatura en el ambiente, don Sodio, sintió que algo cambiaba
en él profundamente, parecía que al entregar el electrón se le hubiera ido
también su identidad.
¿Cómo es
posible, se decía, que esta pequeñísima parte mía, que ya no está presente me
esté produciendo tantos trastornos?
Al mismo
tiempo que esto le sucedía a don Sodio, doña Cloro también experimentaba: su
hermoso y vaporoso vestido de encaje amarillo verdoso fue desapareciendo y su
olor penetrante se extinguió.
¿Quién iba a
pensar, se decía, que el electrón que de don Sodio, me iba a causar tantos
problemas? Y se fue desvaneciendo.
Rápidamente y
en reemplazo total de doña Cloro y don Sodio, apareció una figurita blanca y
saladita, sin olor, la princesita Cloruro de Sodio, más conocida popularmente
con el apodo de sal de comer.
Nada de ella
recuerda a sus progenitores. Ella es tan blanca y cristalina, tan tranquila,
rara vez se altera. El aire no le produce ningún trastorno, acepto cuando está
húmedo, que la pone aguachenta.
Quiso Cloruro
de Sodio conocer el lugar y se fue a pasear a una hermosa playa. Al mirar el
mar se quedó fascinada: las olas iban y venían, la espuma que se formaba era
como un encaje que podría ser un hermoso adorno de su vestido blanco. Se
inclinaba para recoger un poco de espuma, cuando una gigantesca ola la envolvió
y la princesita Cloruro de Sodio cayo de cabeza al mar.
Tragó mucha
agua, ésta le pareció insípida, no tenía sabor alguno. Al mismo tiempo, sintió
que su cuerpecito se deshacía en miles de pedacitos. Aparentemente había
desaparecido, pero sus diminutas partículas se repartieron en la inmensidad del
mar. El agua lentamente fue adquiriendo el sabor salado de la princesita. Ella
mientras tanto decía: ¡Qué curioso lo que me ha sucedido! Yo no me veo, nadie
me puede ver, pero estoy en el agua y mi presencia se nota en el sabor del
agua.
Pienso, se
decía, que alguien sacará un poco de agua de mar y el agua se evaporará lentamente,
parte de los cristales salados que forman mi cuerpo, se podrían recuperar.
Desde
entonces el agua de mar tiene ese sabor salado tan característico y la
princesita Cloruro de Sodio llega a todas partes. Todos la conocen.
En nuestras
casas su lugar habitual es el salero, pero también la encontramos en las
comidas, haciéndolas más sabrosas. La llevamos en la sangre y cuando alguien
llora, se desliza disuelta en lágrimas, que tienen su sabor.
Si deseamos
observarla, debemos alejarla del agua, así la veremos blanquita y cristalizada.
Pero si este sólido se moja, se deshace y no la vemos más. Sin embargo, allí
está, diminuta e invisible. Cambia de apariencia, pero sigue siendo la saladita
princesita Cloruro de Sodio.
ACTIVIDAD
1. ¿En qué líquido se debe
guardar Don Sodio? ¿Por qué?
2. ¿Qué aspecto tiene don
Sodio?
3. ¿Qué entrega fácilmente Don
Sodio a Doña Cloro?
4. ¿Qué variable cambia en el
ambiente, en esa entrega?
5. ¿Qué aspecto presenta doña
Cloro?
6. ¿Qué sustancia se forma
entre doña Cloro y don Sodio?
7. ¿Qué aspecto presenta la
princesita?
8. ¿Por qué el mar es salado?
9. ¿Dónde es posible encontrar
a la princesita Cloruro de Sodio?
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